De padres rusos, nacido en Bélgica, crecido en Francia, viajero y testigo de la huelga general española de 1917, anarquista siempre en abierta polémica, Víctor Serge cogió el primer tren que pudo para viajar a la Rusia soviética, donde nada más llegar se hizo soldado de la revolución, e inmediatamente después se convirtió en uno de los anfitriones que recibía a los amigos que querían conocer la revolución, especialmente a los de procedencia anarquista, como lo fueron Nin y Maurín, desde entonces, dos de sus mejores amigos. Personaje clave en la Internacional Comunista, oposicionista de primera hora, prisionero de Stalin durante años hasta que fue liberado gracias a una campaña internacional liderada por André Gide y André Malraux, Serge regresó para seguir con su tarea, pero ahora con una nueva dimensión, que Trotski señaló al escribir: «Víctor Serge, que ha pasado en la URSS por todas las etapas de la represión, trajo a Occidente su terrible mensaje de los que son torturados por su fidelidad a la revolución». Uno de esos testimonios es este libro, El destino de una revolución, escrito al final de los años treinta, cuando era medianoche en el siglo y el mundo se abocaba a su mayor desastre: la Segunda Guerra Mundial.
Historia escrita por un novelista, El destino de una revolución puede considerarse como uno de los libros más importantes de Serge. Este valor ha quedado reforzado por el prólogo de Wilebaldo Solano, que conoció y trató al autor, y por un epílogo escrito por el propio Serge antes de morir y en el que, sin renunciar a sus convicciones ?mejor dicho, reforzándolas y reformulándolas-, trata de explicar por qué aquella revolución que conmovió al mundo del siglo XX tendría que acabar tan tristemente.
EL DESTINO DE UNA REVOLUCIÓN
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AUTOR/A
SERGE, VÍCTOR
Nace en Bruselas, en 1890. Hijo de un oficial de caballería ruso que tuvo que emigrar debido a sus simpatías hacia los movimientos clandestinos de finales de siglo. Descubre el anarquismo en su primera juventud. Poco después, y en plena militancia anarquista, se interesa por Marx y cree descubrir en él un proyecto revolucionario colectivo del que, le parece, no participa Kropotkin.<BR><BR>Al estallar la Revolución Rusa, en 1917, se traslada a ese país y vive y participa en los grandes cambios de esos años como prestigioso dirigente del partido bolchevique. Tras la muerte de Lenin, no tarda en chocar con las realidades del estalinismo: totalitarismo, atropellos, purgas, dictaduras... Contacta con la «oposición de izquierdas» de Trotski y, pronto es excluido del partido, siendo detenido y deportado. Algunos años después, consigue salir de la U.R.S.S, y, después de una breve estancia en Europa, se traslada a México donde muere en 1947.<BR><BR>